A las cantoras contra el miedo, hoy más que nunca.
En el año 2022 escribía una editorial destacando el rol esencial de las madres para mitigar los efectos emocionales de la pandemia.
“Las canciones de cuna han salvado millones de vidas: fueron, y siguen siendo, la neonatología prehistórica, una llave maestra que nos permite sobrevivir a la incertidumbre de la vida y a la certeza de …”.
Hoy, aunque el virus quedó atrás, esa recomendación sigue vigente. Porque el patógeno ya no se llama COVID, sino adicción a las redes, alimentación basura, aislamiento, inseguridad, violencia simbólica y desconexión social.
Son virus más lentos, menos visibles, pero quizá más peligrosos: desgastan la empatía, el descanso y la capacidad de vincularnos; alteran el sueño, la regulación emocional y el equilibrio del sistema nervioso, favoreciendo la inflamación crónica y, entre otras, la enfermedad cardiovascular.
Por eso, más que nunca, necesitamos de esas madres que siguen cantando.
De esas cantoras de cuna que, con su ternura y su presencia cotidiana, protegen a sus hijos del miedo, del estrés y del desamor, fortaleciendo desde los primeros años su salud emocional y cardiovascular futura.
Feliz día de la madre
